Yo soñaba con ir a Cachureos.
De público, de extra, pero por sobre todo de concursante en alguna de las múltiples actividades que el cabezón Marcelo tenía preparadas para humillarte. Una de esas, era la sección denominada "entrega tu chupete" que no se llamaba así, pero esa frase resume el sentido del espacio: ibas, dejabas tu chupete y te daban un regalo a cambio, no sin antes antes hacer un juramento en el que te comprometías a no ocupar más el objeto del deseo. Esa parte me complicaba, porque no te pasaban la biblia para jurar, sino que debías ponerte la mano en el corazón Y A MÍ SIEMPRE SE ME OLVIDABA PARA QUÉ LADO ESTABA EL CORAZÓN.
Al principio empecé a fijarme para qué lado se ponían la mano los niños que juraban y trataba de imitarlos. Luego, supongo, le pregunté a mi mamá el lugar exacto en el que estaba. Supongo que me dijo que estaba a la izquierda y también supongo que se me olvidó, al igual como seguidamente se me olvidaba hacia qué lado estaba el apéndice.
Comencé a estresarme, ver Cachureos se transformó en un martirio porque además el muy desgraciado del animador tampoco les indicaba dónde estaba y solo se limitaba a decirles que se pusieran la puta mano en el corazón. Claro, para él era muy obvio que uno debía saber eso, pero a esa edad yo todavía tenía cintas en el delantal que me recordaban cuál era la derecha y cuál la izquierda.
Ahora sé que el corazón se encuentra a la izquierda y el apéndice a la derecha. Y también que Pali, el hijo de Marcelo, es el cabro chico que cantaba la canción "Pálido", que tanto me gustaba. Sé también lo que es la ansiedad, pucha que sé lo que es.
En cualquier caso, prefiriría no haber sabido nunca ninguna de esas cosas. Era más feliz antes de eso.
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